Infancia: Mensajes de control fácilmente traducibles a acciones concretas («recoge los juguetes») resultan comprensibles para los niños. Normas claras y coherentes, envueltas en una atmósfera de afecto demostrado explícitamente y de compromiso interactivo, evitarán «diminutos dictadores» que dominen a sus padres con sus continuos caprichos.
Adolescencia: Comunicación, argumentación, explicación de las normas y fomento de la empatía hacia los demás o reparación del daño, ya que la práctica ayuda a la interiorización de la norma.
* Control-guía y nunca un control-impositivo de las normas.
* Transición suave entre el control en la infancia a la comunicación en la adolescencia.
* Ambos precisan de las dos prácticas de forma simultánea pero de intensidad diferente.
* Atmósfera afectiva, de clara aceptación y de atención al niño en sus necesidades, intereses y preocupaciones.