El reforzamiento positivo es un procedimiento mediante el cual se le presenta al sujeto un estímulo que le gusta o le interesa inmediatamente después de la realización de la conducta (presentación contingente). Con esto se consigue aumentar la probabilidad de que la conducta vuelva a ocurrir.
El estímulo o situación apetitiva que se pone en juego en este proceso se conoce como reforzador positivo. Cuando se descubre un reforzador positivo para un individuo (por ejemplo, un caramelo para un niño), podemos utilizarlo en otras situaciones. A pesar de ello, no deberíamos abusar de un solo reforzador positivo ya que podríamos caer en la saciedad.
El procedimiento básico que debe seguirse para aplicar el reforzamiento positivo:
- Especificar de forma concisa la conducta a modificar.
- Identificar y seleccionar los reforzadores eficaces (que dependen de cada individuo).
- Administrar de forma inmediata los reforzadores.
- Aplicar los reforzadores contingentemente.
- Evitar la saciedad empleando diversos reforzadores que el sujeto no tenga.
- Aproximar la cantidad adecuada de reforzador.
- Ajustarse al programa de reforzamiento fijado (puede ser reforzamiento continuo o reforzamiento intermitente).
- Planificar la transición de un tipo de programa a otro (por ejemplo, de un programa de reforzamiento continuo a uno de reforzamiento intermitente) con el fin de generalizar los efectos.