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Dislexia: dificultades para leer, escribir, deletrear…

dislexia

  • La dislexia es un trastorno del aprendizaje de la lectoescritura, de carácter persistente y específico, que se da en niños que no presentan ningún impedimento físico, psíquico ni sociocultural.
  • Es la causa más común de las dificultades de leer, escribir y deletrear.
  • Unos 700 millones de personas, el 10% de la población, son disléxicas.
  • Uno de cada cinco estudiantes tiene dificultades para el aprendizaje.
  • Menos de un tercio de los niños con problemas de lectura reciben tratamiento específico en las escuelas.
  • Afecta a un mayor número de hombres que de mujeres.
  • La dislexia tiene un fuerte componente hereditario.
  • Los disléxicos ven afectada su coordinación motora, el cálculo mental, la concentración y la organización personal.
  • Es habitual que presenten hiperactividad, dispraxia o déficit de atención asociados al trastorno.
  • Un estudio de 2012 apuntaba a que los nacidos en otoño que comienzan el colegio a una menor edad presentan un mayor índice de afectación.
  • Idiomas como el español, con una fonética más regular, dificultan la detección de la dislexia. En inglés, por ejemplo, donde a una letra le corresponden varios sonidos, el diagnóstico es más precoz.

 Décadas de investigaciones psicológicas han localizado el problema en las representaciones fonéticas del cerebro, que estarían distorsionadas en los disléxicos. Un estudio de imagen cerebral con 22 voluntarios sin este trastorno y 23 disléxicos demuestra ahora que las representaciones fonéticas en el cerebro están completamente intactas, y que la verdadera razón de la dislexia es un déficit en su conexión con las otras 13 áreas cerebrales implicadas en el procesamiento de alto nivel del lenguaje. 

La dislexia consiste en una dificultad para aprender a leer con fluidez y comprendiendo bien el texto, pese a que los afectados tienen una inteligencia no verbal normal, o a menudo alta. La disfunción no es específica de la lectura, porque el disléxico suele encontrar la misma dificultad para procesar el lenguaje hablado, y para pronunciarlo. 

Las letras del lenguaje escrito son intentos humanos de mapear los fonemas como símbolos, más o menos acertados en según qué lengua. Pero mientras que la facultad del habla está en los genes —es uno de los grandes patrimonios genéticos comunes a toda la humanidad—, la escritura es una invención con solo unos milenios de historia. Los fonemas están en los genes, y las letras están en la cultura. Pero la dificultad de leer del disléxico no tiene que ver con la visión de las letras, sino con los fonemas que las letras significan. De ahí que una dificultad de lectura tenga un fuerte componente genético. La dislexia tiende a agruparse en familias, y es el triple de común en hombres que en mujeres.

El neurocientífico Bart Boets y sus colegas de la Universidad Católica de Lovaina, el University College de Londres, la Universidad de Oxford y elETH de Zúrich han utilizado las técnicas más avanzadas para examinar el cerebro en acción de una muestra notable (45 personas) de voluntarios disléxicos y normales (entiéndase normales en el sentido de que representan al 90% de la población mundial). Ello incluye la resonancia magnética funcional, que cartografía (o ilumina) las zonas del cerebro activas mientras el paciente hace tareas de lectura y demás, y las modernas técnicas de computación que permiten detectar la conectividad entre unas zonas y otras: tanto las conexiones estructurales, o estables, como las funcionales que dependen de la tarea. Presentan sus resultados en Science.

Estas técnicas de alta resolución biológica les han permitido ver lo que pasa en las partes relevantes del cerebro mientras los disléxicos y los controles procesan el lenguaje. Como casi toda facultad mental, la representación de los fonemas ocupa un lugar concreto e identificable en el córtex cerebral: por una vez donde cabría esperar, cerca de las orejas, y llamado córtex auditivo primario y secundario. La actividad cerebral allí se ha revelado tan robusta y precisa en los disléxicos como en los controles. Hasta aquí la resonancia magnética funcional.

Pero los mapas de conectividad han revelado una diferencia consistente entre los dos grupos de voluntarios. Los mapas de fonemas (el córtex auditivo primario y secundario) se conectan normalmente con fuerza a las áreas lingüísticas de alto nivel, situadas en otra estructura distinta, el giro frontal inferior, cerca de la sien. Aquí se cuecen los análisis sintácticos y las asignaciones semánticas que se estudian en la escuela, y que son las que dan sentido al lenguaje. Es la conexión del córtex auditivo con estos procesadores de alto nivel la que está debilitada en las personas disléxicas.

No todos los neurocientíficos están convencidos, sin embargo, de que la dislexia sea por completo independiente de la representación fonética, o habilidad para distinguir claramente un fonema de otro. El neurólogo Michael Merzenich, de la Universidad de California en San Francisco, señala en la revista Science que “décadas de trabajo muy extenso y convincente” han mostrado que las personas con dislexia distinguen las representaciones fonéticas con menos fidelidad de lo normal. Merzenich y otros científicos no relacionados con el estudio consideran que las distinciones fonéticas utilizadas en la investigación de Lovaina no son lo bastante finas.

Pero otros expertos sí parecen más impresionados por el nuevo trabajo, como el científico cognitivo Franck Ramus, de la École Normale Supérieure de París: “Es el estudio más concluyente que he visto en el campo en los últimos cinco años; los resultados, de ser ciertos, modifican nuestro entendimiento de la dislexia de manera notable”. Ramus ve implicaciones para los programas de entrenamiento auditivo que se usan actualmente contra la dislexia.

“En las sociedades alfabetizadas actuales”, dice Boets, el primer autor del estudio, “las dificultades para leer y escribir no solo afectan a la educación y el desarrollo cognitivo, sino que también tienen un gran impacto en el bienestar socio-emocional, las oportunidades de trabajo y otros aspectos”.

El neurocientífico de Lovaina explica que, en la mayoría de las lenguas, el sistema de escritura es alfabético, o una correspondencia entre las unidades básicas del habla (los fonemas) y los símbolos visuales (letras o grafemas). La mayoría de los niños pueden así aprender a leer y escribir estudiando las reglas de correspondencia entre fonemas y grafemas. “Pero este proceso requiere cierto entendimiento de la estructura sonora, o fonológica, del lenguaje, y aquí es donde reside la dificultad de los disléxicos”, concluye Boets.

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Disfunción en la Integración Sensorial

Las disfunciones sensoriales están detrás de muchos de los casos de déficit de atención, dislexias, disgrafías, dificultades con las matemáticas, la conducta, el desarrollo y la descoordinación motriz, la hiperactividad, la mala inserción social, disfunciones relacionadas con el autismo o problemas con la alimentación.

Según los diferentes criterios, se considera que del 5 al 20 por ciento del total de la población infantil padece algún tipo de disfunción en la integración sensorial.

Debemos tener presente que el sistema nervioso de estos pequeños no es tan estable como el de los demás. Son niños emocionalmente frágiles, para muchos de ellos el mundo que perciben no es un lugar seguro y divertido. Se muestran a menudo ansiosos y tienen poca tolerancia a la frustración. Reciben muchas llamadas de atención y castigos que van afectando su autoestima y el concepto que van creando de sí mismos. A esto hay que añadir sus pobres resultados en las tareas escolares.

Cuando un niño es propenso a las rabietas y la pérdida del control, cuando es muy sensible a los ruidos o los olores, cuando se pierde por los pasillos o es miedoso y torpe, cuando no acepta los cambios en la rutina o necesita moverse constantemente… adaptemos el entorno en la medida de lo posible para que concentrarse en sus tareas y mantener el control de la situación le sea más fácil. Adaptemos nuestra actitud para con ellos, manteniendo la calma y siendo conscientes de que nuestros actos y nuestro tono de voz pueden influir en su comportamiento.

Intentemos comprender al niño, intentemos imaginar cómo se siente, para así poder ayudarle y no tacharle de «tonto», «vago», «maniático», «malo», etc. El primer paso para ayudar a cualquiera de estos niños empieza por cambiar el concepto que tenemos de él y respetarle tal como es. Con calma y firmeza le haremos saber qué cosas debe cambiar de su comportamiento y deberemos comprometernos a acompañarle en esta difícil tarea. Por supuesto que nos marcaremos objetivos que sean posibles de conseguir por parte del niño. Un programa de recompensas cuando haya una mejoría en su conducta y una retirada de privilegios cuando el comportamiento sea inadecuado son estrategias beneficiosas para todos los niños.

También es muy beneficioso el aprendizaje multisensorial. Es aquel que utiliza todos los sentidos, no solamente la visión y el oído. Cuantos más sentidos estén implicados en aprender algo, más fácil resultará entenderlo y recordarlo. Los niños disfrutan experimentando, viendo y tocando, saboreando y moviéndose… Teniendo en cuenta que no todos los niños utilizan de la misma forma sus sentidos, es bueno darle una oportunidad a aquellos que necesitan utilizar el movimiento o el tacto, por ejemplo, para su aprendizaje.

Existen especialistas que pueden ayudar. Básicamente se trata de hacer que madure el sistema nervioso para que integre correctamente la información sensorial. Ya que el sistema nervioso tiene dos vías: una de entrada (los sentidos) y otra de salida (nuestras respuestas), la única manera de actuar sobre él es a través de los propios sentidos estimulándolos.

Dislexia y TDAH

Hay niños que hablan pronto y claro. Posteriormente, ya en la edad preadolescente, adolescente y adulta, se observa que una buena parte de los niños hiperactivos hablan de forma atropellada, como si la última sílaba de las palabras fuera casi empujada por la primera sílaba de la palabra siguiente, dando la sensación de que la orden llega antes de que la boca tenga capacidad para pronunciar las palabras. No parece que el problema esté relacionado con la integridad de las áreas de Wernicke y de Broca, sino con problemas de coordinación en los mecanismos emisores del lenguaje y con la ansiedad de los sujetos con TDAH. Lo cierto es que matizan mal el sonido silábico y a veces hay dificultades para entenderles.

Los niños que presentan retraso en la adquisición del lenguaje y en la pronunciación tienen después muchas probabilidades de sufrir dificultades para la lectura y la escritura, habiéndose referido que más de la mitad de estos niños pueden presentar dislexia. Como es lógico, los problemas de pronunciación son más evidentes cuando se enfrentan con una palabra de muchas sílabas, a la que acortan pronunciando la última o un sonido que corresponde a la contracción de varias.

Se piensa que las dificultades para la lectura o dislexia pueden estar ocasionadas o favorecidas por falta de comprensión del texto que lee, por defectos en la visión, o por interrupción o descoordinación cerebral entre lo que piensan o entre la llegada de los estímulos a la corteza parieto-temporo-occipital (área de Wernicke) y la salida de la orden verbal o escrita desde esta zona hasta la corteza motora del lenguaje (área de Broca) del hemisferio dominante. Los problemas para la escritura o disgrafía suelen ir paralelos a los de la lectura o dislexia y tienen la misma base patológica que ésta.

La dislexia debe comenzar a tratarse pronto mediante técnicas específicas para la enseñanza de la lectura, especialmente psicoterapia de apoyo, para tranquilizar a los niños que la padecen y convencerlos del carácter temporal que tiene el trastorno, cuya duración se va a circunscribir generalmente a los primeros años de la escolaridad y no tiene relación con el grado de inteligencia.

Los problemas de cálculo suelen ir paralelos a los de la lectura y escritura, pero reciben menos atención y pasan más desapercibidos y el aprendizaje de lo que es básico durante los primeros años de la escolaridad lo aprenden con las mismas dificultades que el resto de las cosas y, si bien se ven algunos niños que memorizan
mal las tablas de multiplicar, la mayoría lo consigue aunque sea con algo más esfuerzo que otros.

En general los niños con TDAH suelen tener buena memoria y las Matemáticas que se exigen durante los primeros años son de predominio memorístico, constituyendo un serio problema para ellos cuando es preciso razonarlas. Entonces hay que explicárselas, si ello es posible, de forma muy directa y personal, para que lleguen a comprender lo imprescindible, y así poder pasar el curso.

Las dificultades en la adquisición de un lenguaje rico en vocabulario y bien pronunciado, se presentan hasta en las dos terceras partes de los niños con TDAH, esto unido a los problemas para la lectura y escritura, y todo ello, asociado a la falta de atención y a la hiperactividad, que les impide reflexionar un mínimo de tiempo sobre las cosas, hace que los profesores los vean casi siempre «perdidos en el infinito», sin capacidad para centrarse y dando la sensación de que «no están» mentalmente en la clase. Tampoco entienden el que tengan que «rellenar las fichas» y que deben pedirles a sus padres ayuda para hacer los deberes escolares. Por otra parte, su tendencia natural a la inquietud y a la impulsividad les hace levantarse constantemente de su asiento y «moverse a su aire» por cualquier lugar de la clase e incluso molestar a los compañeros de forma directa (pinchándoles, hablándoles cuando deben estar en silencio, etc.), o indirectamente a través de intervenciones extemporáneas con las que intentan llamar la atención.

Hay niños con TDAH que tienen CI «límite» o normal bajo y que andan «muy justos» para pasar los cursos, rozando el fracaso escolar y con problemas con la mayoría de las asignaturas, a los que se saca adelante gracias a su tesón personal y a la comprensión y ayuda de profesores y padres, que después llegan a ser competentes profesionales, artistas u hombres de negocios. Es lógico que las posibilidades de triunfo para los que tengan un CI más alto puedan ser mayores.

El éxito va a depender, más que de su alto o bajo rendimiento, de su posterior dedicación, capacidad de sacrificio e intuición para elegir actividades y temas para los que tienen condiciones intelectuales y no perder la continuidad en el trabajo que cada día le va mostrando cosas nuevas para entusiasmarlo y para obtener frutos o resultados todavía mayores, incluso sin tener un CI elevadísimo.

Paciencia, mucho contacto con otros niños y, por tanto, escolarización normal, apoyo psicológico por parte de la familia, los profesores y los profesionales especializados para corregir los defectos en la lectura, y medicación específica si es necesario para el TDAH, son fundamentales para la corrección de las dificultades para la lectura y para la escritura, así como para la incorporación de los niños con estos trastornos comórbidos, ya resueltos, al grupo de sus compañeros que no los padecen.

LATERALIDAD, modos del pensamiento de los hemisferios cerebrales

La lateralidad se empieza a definir entre los tres y los cinco años y se desarrolla desde los cinco hasta los diez o doce años.
El cerebro está formado por dos hemisferios simétricos. Cada uno de ellos tiene funciones para las cuales está más especializado, pero ambos participan en todas estas funciones, trabajando conjuntamente en todas y cada una de nuestras interpretaciones y respuestas.

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El hemisferio izquierdo, llamado también «simbólico» o «lógico«, es el controlador del lenguaje y del procesamiento secuencial de la información.

El hemisferio derecho, llamado «visual», «postural» u «holístico«, se encarga de procesar la información córporo-espacial, trabaja con imágenes visuales y controla las funciones holísticas (relativas al todo, que lo considera todo a la vez).

No nacemos diestros o zurdos, si no que nos vamos convirtiendo en tales en nuestra primera infancia, influidos por esa tendencia genética y por el entorno en el que crecemos. 
Sin unas coordenadas bien establecidas, no podríamos orientar los símbolos cuyo significado depende de la forma que tienen y el lugar que ocupan en el espacio y el tiempo, así podrían surgir confusiones entre «23» y «32» ó «SE» y «ES», por ejemplo. La lateralidad es la función que hace posible que nos orientemos en el espacio y en el tiempo, y por tanto, nos permite entender y manejar los códigos escritos (letras y números).

Principales signos o síntomas de la dislexia

· Dificultades en el aprendizaje de la lecto-escritura.

· Dificultades de velocidad lectora.

· Dificultades en la comprensión lectora.

· Desorganización en la escritura.

· Reiteradas omisiones, sustituciones, inversiones, adiciones en su lectura y escritura.

· Problemas de caligrafía.

· Problemas de ortografía.

· Falta de atención, concentración y motivación.